• Inicio
  • Blog
  • Cinco diferencias de encuadre entre la Psicología Comunitaria y la Clínica
Cinco diferencias de encuadre entre la Psicología Comunitaria y la Clínica

Cinco diferencias de encuadre entre la Psicología Comunitaria y la Clínica

Muchas veces me encuentro con colegas que abordan tareas que exceden el ámbito del consultorio sin quererlo. Profesionales que realizan sus prácticas en comunidades vulnerables, con altos niveles de marginación o desintegración comunitaria.

Refieren, las más de las veces, cierta ansiedad sobre qué prácticas están realizando, si lo hacen bien, mal o si siguen “haciendo psicología” cuando no pueden montar el clásico encuadre del consultorio.

La primera cuestión que tenemos que tener en cuenta es que al momento de ejercer la práctica no debemos perder nuestro rol de psicólogos. Aunque no estemos montando procesos psicoterapéuticos individuales, ampliar nuestro bagaje de praxiologías nos permitirá abordar esa “otra demanda” que se nos precipita.

El encuadre es estructurante de la práctica psicológica. Montamos un encuadre al abordar una situación, y éste nos permite desplegar una teoría que en el devenir será práctica concreta sobre sujetos concretos. Por eso es importante el encuadre: nos permite saber qué pasa, qué no pasa y si lo que hicimos operó o no sobre la realidad.

 

Aquí, las cinco diferencias fundamentales de encuadre entre la Psicología Comunitaria y la Psicología Clínica, para saber cómo vamos a desplegar nuestras prácticas, con qué teorías y qué esperables se desplegarán durante el proceso de intervención.

 

1.- Vulnerabilidad psicosocial versus estructura psíquica

La primera gran diferencia es qué vamos a relevar. Al abordar una situación desde la Psicología Comunitaria lo que buscamos detectar son los niveles de vulnerabilidad psicosocial presentes. En el ámbito Clínico buscamos definir cuál es la estructura psicológica presente en el sujeto. La vulnerabilidad psicosocial, en cambio, es el grado de desatención de derechos que tiene una persona. Esto es cómo accede o no a la alimentación, a la identidad, a la vivienda, a la alimentación, a la educación, etcétera. Nuestra hipótesis de trabajo es que a mayor acceso a derechos menor vulnerabilidad.

Detectar, por ejemplo, si un cuadro psicopatológico es producto de condiciones interpsíquicas o de vulnerabilidades psicosociales es medular.

 

2.- Empatía versus neurosis de transferencia

No hay procesos transferenciales en los abordajes comunitarios. La neurosis de transferencia se produce solamente en situaciones uno a uno. En el abordaje comunitario tenemos abordajes uno a muchos o varios a muchos. Nunca la intervención comunitaria recae exclusivamente sobre un sujeto como en la Clínica. Entonces, ¿qué hay? Hay procesos de empatía que se montan con un objetivo que recae sobre los niveles concientes y preconcientes, nunca inconcientes (aunque puedan tener efectos sobre éste). Debemos reconocer entonces que si el psiquismo se estructura como un grupo, las relaciones de objeto que construyen los sujetos no son todas iguales. La empatía la podemos definir (a los fines de este artículo) como el nivel más conciente y laxo de los vínculos. Se produce a través de identificaciones orientadas a objetivos (en nuestro caso la posibilidad de ofrecernos como un recurso que puede disminuir los niveles de vulnerabilidad psicosocial). Ampliaremos.

 

3.- Comunidad versus consultorio

Intervenir fuera de las paredes del consultorio nos cambia totalmente la lista de variables y constantes que se pondrán en juego en el encuadre. No podemos “ir a la comunidad” sin tener en claro qué es ir a la comunidad. Debemos contar con conocimientos sobre qué es un territorio, qué es una comunidad, qué es la historia comunitaria y qué debemos relevar (entre otros aspectos). Desmontada la relación uno a uno, sabemos que el encuadre comunitario dispara un proceso de Investigación Acción Participativa y que estamos interviniendo desde el principio. No existen las entrevistas de admisión, los tests. El proceso se vuelve dialógico y dialéctico desde el inicio. Nuestra presencia concreta es sentida como una admisión. Por ello siempre hay que tener en cuenta cuál es el nivel de expectativas que tienen el/los sujeto/s para con nuestra intervención y clarificarlos ante cada etapa de la intervención.

 

4.- Diagnóstico Clínico versus Diagnóstico Comunitario

El abordaje comunitario nos exige la construcción de un Diagnóstico de Necesidades y Recursos Institucionales y Vinculares. Relevamiento y puesta en un plano dinámico del aquí y ahora comunitario. Retroactivo y Prospectivo. Se intenta resolver la situación de vulnerabilidad con lo que hay en la comunidad, en un proceso que va de la gestión, pasa por la cogestión y desemboca en la autogestión. En el ámbito clínico hablamos de Psicopatologías. Tratamos con el tratamiento del dolor del sujeto, su sufrimiento. Para ello contamos con teorías psicológicas que explican la enfermedad mental, su origen, su desencadenamiento y su tratamiento. Una clínica estructural sobre la singularidad del sujeto. Historia comunitaria no es equiparable con historia del sujeto.

 

5.- Tratamiento psicoterapéutico versus transformación comunitaria

El establecimiento del encuadre psicoterapéutico no nos permite disponer de una fecha de finalización del tratamiento psicoterapéutico. Más complicada es la cuestión del tiempo si aceptamos un paciente en Análisis. Por otro lado, el encuadre comunitario, en su base, cuenta con una fecha de inicio y de finalización en el proyecto de intervención propiamente dicho. Es al modo de los Proyectos para el Desarrollo que se construye la intervención. El psicólogo que opera en comunidad siempre sabe que su intervención tiene fecha de vencimiento.

Muchas veces me encuentro con colegas que abordan tareas que exceden el ámbito del consultorio sin quererlo. Profesionales que realizan sus prácticas en comunidades vulnerables, con altos niveles de marginación o desintegración comunitaria.

Te puede interesar
Cerrar X