Todos percibimos el paso del tiempo de una forma subjetiva. Cuando estamos en una sala de espera, el tiempo transcurre a cuentagotas. Cuando nos estamos divirtiendo se nos escurre de entre las manos. Es una experiencia individual de difícil comprensión si no lo hemos analizado detenidamente. La última semana antes del comienzo de las vacaciones se nos asemeja a la eternidad. Y cuando estamos descansando los días se suceden precipitadamente. Las rutinas ocultan el paso del tiempo enmascarando esa verdad que nos choca de frente: el tiempo para cada uno de nosotros es finito. Porque lo que lo define es nuestra existencia.
Nunca leí un artículo que hablara de los diferentes tiempos en las intervenciones psicosociales. Siempre encontré menciones y desarrollos en psicología clínica y también en psicología de los grupos. Siempre estas menciones están relacionadas a cuadros psicopatológicos. Al devenir de un proceso psicoterapéutico. Pero, como ya sabrás, el enfoque de la Psicología Social Comunitaria, y el Abordaje Social Comunitario, no tienen que ver exclusivamente con las psicopatologías. Sino, con la reducción de las vulnerabilidades psicosociales y el desarrollo de los potenciales comunitarios.
Es inexplicable que no hablemos más sobre el tiempo en las intervenciones psicosociales. Que las plumas de este campo del conocimiento no hayan puesto el foco en este aspecto fundamental. Las intervenciones psicosociales se dan en un proceso, el proceso de intervención psicosocial. Este proceso debe incluir una metodología de abordaje (el marco lógico – operativo sobre el que vamos a intervenir) y un modelo de abordaje (la construcción técnica – praxiológica con la cual vamos a intervenir). Y un proceso de intervención (en TODOS LOS ÁMBITOS DEL CONOCIMIENTO) se desarrolla en un TIEMPO y un ESPACIO determinados.
Pasar a la acción, ser agentes de cambio social, transformar la realidad, hacer para transformar, operar en la comunidad, hacer animación sociocomunitaria, son todas denominaciones del mismo hecho: decir dónde y cuándo vamos a intervenir psicosocialmente. Podemos hacerlo o no con las herramientas adecuadas, pero siempre estamos fijando de una manera más o menos conciente unas coordenadas espacio temporales. Porque en ese lugar y en ese momento evaluamos que algo podemos cambiar, que algo queremos cambiar (ojo con el deseo propio), que algo hay que cambiar (ojo con el deber ser).
Ahí, desde el inicio, el tiempo se nos cuela como una variable a la cual no le damos demasiada importancia. Que “vamos viendo”, que “llena el cronograma para cumplir”, “que la gente espere”, “dure lo que tenga que durar”, “no nos apresuremos porque no sabemos todavía de qué se trata”. Verbalizamos el tiempo con la ilusión de quien cree controlarlo. Lo amasamos en nuestro interior como si nos perteneciera. Como si mi percepción o la de mi grupo tuviera la consola de su control.
Pero lo que la mayoría de las veces ignoramos es que nadie controla el tiempo como variable y, mucho más relevante todavía, hay muchos “tiempos” coexistiendo simultáneamente. Tantos tiempos como jugadores en el campo de juego. El tiempo de quien financia, el tiempo de los interventores, el tiempo de las organizaciones, el tiempo de los políticos, el tiempo de los sujetos comunitarios.
Todos proponiendo coordenadas, insistentemente, ante cada interacción, con cada vínculo. Un tiempo como requisito que hay que cumplir. O una expectativa que va a durar un tiempo determinado.
El tiempo todo lo atraviesa y define:
- ¿Cuánto tiempo tiene que pasar hasta que se termine la ilusión de que el cambio puede ser posible?
- ¿Cuánto tiempo va a estar motivado el equipo?
- ¿Qué plazos tenemos para ejecutar los recursos?
- ¿Cuánto falta para que el cambio se manifieste?
- ¿Para cuándo la reunión?
- ¿Cuándo terminamos de intervenir?
- ¿Cuándo comenzamos a intervenir?
Y así todas las que se te ocurran…
Comencé este artículo con la intención de escribir cómo percibe el tiempo cada uno de los actores participantes de una intervención psicosocial. Y luego pretendía desarrollar algunas ideas sobre cómo gestionar y diseñar los tiempos del proceso de intervención psicosocial. Pero a medida que fui avanzando se me rebeló la poca importancia que le hemos dado. Y también me vinieron a la mente muchas experiencias donde el tiempo me hizo una mala jugada mientras intervenía (seguramente por mi ilusión de control sobre el mismo).
Dejo para un próximo encuentro cómo gestionar el tiempo en las intervenciones. Pero apelo a que este artículo vuelva a situar al tiempo como una variable fundamental en el proceso de intervención.