En tiempos de cuarentena global la Psicología ha irrumpido como una disciplina que tiene mucho por decir y hacer para paliar y mitigar los efectos psicológicos del encierro y el acrecientamiento de las vulnerabilidades psicosociales a las que nos estamos enfrentando. Sin embargo, casi la totalidad de las recomendaciones o planes de abordaje psicológico parten y terminan en una mirada clínica, no importa cuál sea el marco teórico.
Por eso es necesario comenzar a ofrecer alternativas de abordaje a la clínica tradicional que tengan un impacto mayor al uno a uno. Nuestra profesión tiene muchos más recursos de los que suponemos, aunque todos hemos sido formados mayormente en encuadres clínicos que nos están resultando anacrónicos o disfuncionales en el escenario actual. Si nuestra principal estrategia va a ser patologizar a diestra y siniestra (sin tener en cuenta las condiciones en las que están emergiendo los cuadros de pánico, ansiedad, depresión o demás situaciones de padecimiento mental) estamos creyendo que todos son clavos cuando en realidad el problema es que sólo tenemos un martillo.
La coyuntura nos pone frente al desafío de un profundo cuestionamiento de nuestros abordajes, no sólo para poder mitigar los efectos de lo que está sucediendo, sino también para no generar iatrogenias, errores no forzados o simplemente desmejorar situaciones que hoy muestran un frágil equilibrio.
¿Por dónde empezar?
El primer paso para abordar desde la Psicología Comunitaria las diferentes situaciones es tener en cuenta el concepto de vulnerabilidad en crisis. Ampliamente desarrollado desde diferentes abordajes ligados al cuadro general de stress, la crisis es una situación en la que se encuentra un sujeto que está sometido a la limitación de su capacidad psicológica de respuesta. Todos los recursos psicológicos están puestos en salir de la crisis. Y ahí comienzan los problemas. Mucha gente en crisis quiere salir de ésta, sin saber cómo. Somos una generación que no sabe qué es una pandemia, ni siquiera ha vivido fuertemente una epidemia. Con lo cual creemos que de esto vamos a salir con las respuestas habituales a las que hemos echado mano en situaciones que consideramos similares. La crisis pone en tensión nuestra capacidad de respuesta, nos enfrenta a nuestras limitaciones. De ahí que veamos pánico, ansiedad, stress, depresión, aumento de los conflictos y por sobre todas las cosas (y más peligroso aún) negación.
¿Quién no ha visto videos en las redes virtuales de personas haciendo running en plena cuarentena? ¿No es liviano considerar, desde nuestra formación, que se trata de comportamientos irresponsables? ¿No hay otra cosa detrás? Insisto, no corramos detrás de los síntomas. Vayamos a la fuente del problema, es la única forma de solucionarlo.
La primera tarea que podemos desarrollar como psicólogos es implicarnos en aumentar la Capacidad de Ayudar. Esta es la habilidad social que construye vínculos más allá del uno a uno y trasciende hacia lo comunitario. Cometemos frecuentemente el error de considerar que con empatía e identificación comunitaria surgen las redes sociales de contención necesarias para enfrentar esta crisis. Pues bien, esto es falso.
La Capacidad de Ayudar como habilidad social
La Capacidad de Ayudar es una habilidad social que se adquiere y que no muchas personas la ejercen concientemente, o peor aún, no tienen idea de cómo desarrollarla, o de su existencia. Tiene la doble función de fortalecer al sujeto fortaleciendo a la comunidad que lo circunda en un proceso de permanente feed back que baja los niveles de conflicto, tensión y ansiedad. Saber que formamos parte activamente de una red de contención es mucho más eficiente que ser sujetos pasivos receptores de ayuda.
Los sujetos, devenidos en sujetos comunitarios a partir de este cambio de posición subjetiva, disminuyen su vulnerabilidad y vuelcan en la red recursos ociosos o comparten los que ofrecen solamente a sus redes más cercanas, generando un impacto multiplicador.
Ahí, en este cambio de posición subjetiva, está la clave. Y el disparador está en aumentar esta Capacidad de Ayudar. Para ello es necesario tener en claro cuáles son las condiciones de vulnerabilidad a las que está sometida la comunidad y cuáles son los recursos con los que cuenta para afrontar esas condiciones de vulnerabilidad. Luego está, como parte del proceso, favorecer el diálogo horizontal para que puedan emerger las innovaciones sociales y que dichas innovaciones estén al servicio de la comunidad.
Para terminar…
Cuidado: Estamos viendo clavos en todas las situaciones porque creemos que sólo contamos con martillos. Falso: nuestra Capacidad de Ayudar, como habilidad social, se encuentra encorsetada por la crisis en la que estamos incluidos. Este cambio de posición subjetiva, este pasaje de Sujeto a Sujeto Comunitario se va a dar en tanto y en cuanto podamos apropiarnos de nuevas herramientas de abordaje. Y en la calidad de respuesta que tengamos como Psicólogos nos jugamos nuestro lugar que venimos reclamando largamente: el reconocimiento pleno de nuestro hacer profesional en el abordaje de la Salud Mental de la población.