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La construcción del Sujeto Comunitario

La construcción del Sujeto Comunitario

Todo estaba ahí antes de que llegáramos: Las calles, las personas, la pobreza, los sueños, los celos, la historia. Pero nuestra llegada a la intervención psicosocial nos obliga a filtrar todo lo que vemos bajo un prisma ordenador de esa realidad que nos rodea. Para intervenir no inventamos cosas que no existen, sino que le ponemos nombres diferentes con la exclusiva finalidad de saber un poco más qué estamos haciendo a medida que el proceso de intervención psicosocial va avanzando.

Así como necesitamos una metodología de abordaje y un modelo de abordaje, también necesitamos saber qué es y cómo funcionan los habitantes de la comunidad en situación de intervención comunitaria.

Si el objetivo de nuestra intervención psicosocial es tener un impacto en un grupo de personas, en una comunidad o un sector específico de un territorio, entonces estamos hablando de una intervención comunitaria. Siempre y cuando mi finalidad sea reducir el nivel de vulnerabilidad psicosocial de esas personas o potenciar recursos para su desarrollo. Esta definición deja afuera toda una serie de intervenciones no individuales que no son intervenciones con enfoque comunitario. Por ejemplo, si convoco un grupo de familias con miembros que padecen esquizofrenia para ayudarlos en sus tareas de cuidado, esa no es una intervención comunitaria. Porque mi convocatoria me ubicó en el campo de la Salud Mental, y todas aquellas personas que no tengan un familiar con esa difícil y angustiante enfermedad no podrán participar.

En las intervenciones psicosociales emerge, para nuestro análisis y como objeto operativo, un tipo particular de sujeto: el Sujeto Comunitario. El Sujeto Comunitario es un ser en construcción en cada intervención psicosocial.  Hay tantos sujetos comunitarios como aquellos que participen del proceso de transformación comunitaria, grupal o social. Sólo sabemos de ellos apenas una serie de características (sentido psicológico de pertenencia, capacidad de ayudar, capacidad de interactuar, capacidad de vincularse). Luego, a medida que vamos construyendo vínculos, los comenzamos a conocer hasta convertirse cada uno de ellos en únicos e irrepetibles.

Todas las ramas del conocimiento construyen una versión propia del sujeto. Lo hacen la Antropología, la Psicología, la Arqueología, la Pedagogía, el Trabajo Social, la Medicina, la Arquitectura. Pero también la Física, la Química, la Arquitectura, el Derecho. Ningún área del conocimiento está exenta de la construcción de una noción de sujeto que relacione ese desarrollo teórico con sus creadores. Algunos teóricos han hecho esfuerzos por eliminar al sujeto de sus discursos. Por sostener la ilusión de estar inoculados ante la subjetividad. Estos abordajes “laboratoristas”, insípidos, inoloros e incoloros pretenden desconocer que cuando hay más de dos personas todo conocimiento se vuelve dialógico y dialéctico.

Pero lo importante para nosotros es comprender a qué tipo de sujeto nos referimos cuando intervenimos psicosocialmente. Las personas se transforman en sujetos comunitarios cuando se encuentran en situación de intervención psicosocial. A partir de ese momento el Andamiaje Vincular que construyamos junto a ellos va a estar orientado a resolver una vulnerabilidad psicosocial o a potenciar recursos existentes para el desarrollo de la comunidad.

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